Ven Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre, don en tus dones espléndido.
Luz que penetras las almas, fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestros esfuerzos.
Tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego.
Gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del alma si Tú le faltas por dentro.
Mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo.
Lava las manchas. Infunde calor de vida en el hielo.
Doma el espíritu indómito. Guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito.
Salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.
Amén.
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¡Oh! Espíritu Santo, te invoco con mucha fe, por el poder que Dios te ha otorgado, implorando por tu gracia, me concedas los dones que tú puedes brindar, así mismo, me selles con tu santo espíritu, pues tuyo soy y anhelo estar por siempre, cerca de la presencia de Dios.
[...]
Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.
[...]Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.
[...]Los monasterios de clausura consiguen su sustento vendiendo sus productos
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